Hace días vengo analizando y tratando de descifrar la actitud de ciertos cubanos que llegan a tierra de libertad. Me sorprende ver la manera en que los valores se han ido degradando de una generación a otra. ¿Dónde ha quedado la educación del cubano? -me pregunto. En mi reflexión, solo puedo entender que la represión que lleva a la falta de expresión ha hecho que, al llegar a la añorada tierra de libertad, se confunda con una libertad de expresión malinterpretada. El hecho de que podamos expresarnos libremente no significa que podamos llegar a los lugares y hacer de eso un espectáculo que deja mucho que decir del comportamiento de algunos recién llegados. Lo que indica la falta de identidad y valores que sufre la sociedad cubana actual.
La falta de valores ha llegado al punto de que
ni tan siquiera se respeten los lugares sagrados. La Ermita de la Caridad, por
ejemplo, es un lugar de acogida, pero también de oración no solo para los
cubanos, sino también para fieles de otros países. Por lo que, tanto el templo,
lo que representa, así como las personas a su cuidado, merecen todo el respeto.
Entiéndase por tal, cuidado al vestir y al hablar. Sí, te puedes expresar
libremente, pero con devoción y educación. Las palabras y comportamientos
obscenos los puedes dejar en casa.
Hace unos días pude presenciar a una persona faltándole el respeto a una de las monjitas, quien además de ser una consagrada, es también una persona mayor. Hoy presencié, frente a las puertas de la Iglesia, a una persona que hacía redoblar las campanas con su gritería por teléfono. Las malas palabras ensordecían los oídos de las personas mayores y niños presentes. Las palmas, símbolos de nuestra identidad y cubanía, lloraban ante tanta falta de patriotismo.
En el sincretismo se enseña que “oreja no pasa cabeza”. Si así lo aprendiste, sea coherente y respeta el lugar sagrado que pisas. Si, por el contrario, eres ateo por lo menos compórtese con decoro. ¡Cubano has llegado a tierra de libertad para mejor! Tú y yo hemos llegado a una tierra civilizada y con una cultura enriquecedora. Te invito a no quedarte en la mediocridad y a aportar a este gran país todos los valores y el rico sabor de nuestro delicioso ajiaco cubano. Pero, sobre todo, respeta los valores heredados de nuestros mayores.
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