Querido
lector, en estos días estoy viviendo un acontecimiento que me ha llevado
nuevamente a la reflexión. Es un tema que los humanos tratamos de evadir
constantemente. Simplemente, porque la muerte es una asignatura que no se
enseña en las escuelas.
En mi
libro “Respondiendo al llamado de Dios, cuarenta reflexiones para descubrir tu
misión de vida” hago referencia a cómo un sacerdote, en sus homilías, siempre
dice que todos tenemos una fecha de expiración, como las latas de conserva.
Teniendo conciencia de ello deberíamos estar preparados para enfrentar el
fallecimiento de nuestros seres queridos. La muerte es un hecho tan natural y
ningún ser humano está
diseñado para escapar de ella. ¿Por qué no preparamos, entonces, para nuestro
regreso a la casa del Padre?
Hoy
agradezco el haber conocido a Maricarmen de la Arena. Una mujer humilde,
entregada al servicio y al apostolado. Siempre con una sonrisa en sus labios y
dando más de lo que sus fuerzas podían. Quizás, sin saberlo, estaba preparando
su alma para el gran encuentro. Es la manera que deberíamos prepararnos todos
los cristianos. Es, simplemente, lo que nos pide Jesús en la parábola de las
vírgenes prudentes, porque no sabemos ni el día ni la hora.
Estoy
convencida de que Maricarmen impactó muchas vidas con su testimonio de fe.
Agradezco a Dios por haberla puesto en mi camino. A la pregunta de por qué a
ella solo cabe responder que El Señor llama a las almas buenas, a las mejores
rosas de su jardín. Descanse en Paz y brille para ella la luz perpetua.
Ana Yaheli